Reseña de Maro

La Cueva de Nerja , situada en los alrededores de Maro, fue el inicio de la ocupación humana en el municipio de Nerja, al menos del que se tienen datos por restos arqueológicos hallados. Según el profesor Jordá Cerdá, es uno de los asentamientos paleolíticos más importantes del Mediterráneo peninsular, y desde luego el que posee una mayor y más rica secuencia cultural de toda la Andalucía oriental.
Los testimonios de las diversas etapas prehistóricas de la gruta (Auriñacense, Solutrense, Magdaleniense, Calcolítico y Edad del Bronce) investigadas y estudiadas por los profesores Jordá Cerdá y Pellicer Catalán dan como resultado que el primer asentamiento en el municipio, salvo nuevos descubrimientos, debió de ser hace unos 25.000 años; por tanto, ha de considerarse la primera capital de la Costa del Sol.
La aparición del hombre moderno (homo sapiens sapiens) en esta zona trae consigo la aparición del arte como expresión de una espiritualidad más compleja, el hábitat generalizado en cuevas y abrigos rocosos, sin excluir esporádicos campamentos al aire libre, el perfeccionamiento de las técnicas para la fabricación de utensilios para el trabajo y la caza, y en torno al 5.000 antes de Cristo aparece el Neolítico, caracterizado por las cerámicas impresas y otros tipos de objetos. Después de albergar la Cueva diferentes culturas a lo largo de varios milenios, ésta se deja ocupar de un modo continuado, presumiblemente por el desarrollo de los poblados al aire libre del Calcolítico y Edad del Bronce. Lo más curioso de esta etapa es la actividad textil y sus técnicas. Lo afirma un tensor textil, verdadero precursor del telar vertical, que permite la fabricación de tiras o bandas de fibras vegetales o animales y con las que se podían tejer cualquier tipo de prendas de abrigo u objetos de uso cotidiano.
Nerja-Cueva_de_Nerja01.jpgARTE RUPESTRE. Las manifestaciones del Arte Parietal o conservadas se extienden prácticamente por la totalidad de las salas de la gruta (galerías altas, como la de la Lanza y de la Montaña, y por las abiertas al público). Se distinguen dos conjuntos artísticos en las representaciones halladas, separados en lo conceptual y en el tiempo: por un lado, el complejo Paleolítico con grandes temas de animales e ideoformos del arte pleistoceno, como cérvidos, cápridos, équidos y otros motivos pisciformes (Santuario de los Delfines, en las galerías altas, así como la iconografía simbólica con figuras circulares asociadas con o sin apéndices, trazos rectilíneos agrupados, cuadrangulares y otros matices), y por otro, el arte postpaleolítico, en grupos esquematizados, uno de ellos localizado y datado por el profesor Sanchidrián Torti en la Sala de Torca, destacando dos figuras antropomórficas, confeccionadas con pintura roja, conjunto que presenta gran dinamismo, recordando la composición de los personajes una escena de danza o lucha. El profesor Jordá Cerdá, con su peculiar humor, dijo que eran los primeros bailaores de flamenco del mundo.
Los estudios finalizados por el profesor Turbón sobre los cromañoides de la Cueva de Nerja señalan que los restos humanos de estos seres prehistóricos son los mejores conservados en España. Este cro-magnon es considerado como el «Hombre de Nerja».
DE MÁRUM A MARO. La romanización también dejó su huella en el municipio, aunque está claro que existieron asentamientos fenicios en el litoral, y prueba de ello es la tumba descubierta en el Cortijo de las Sombras, en el término municipal de Frigiliana, y lo más lógico, tomando como referencia Nar-issa, es que los navegantes micénicos visitaran con cierta frecuencia esta zona.
El dato más significativo de la presencia de Roma son los restos del «Item Cástulo-Malaca» que aún quedan en Tragalamocha, junto a la vieja fábrica de azúcar de San Joaquín, y como confirmación de ello los historiadores Lafuente Alcántara y Guillén Robles sitúan a la actual Maro junto a la referida vía romana, entre Sexi (Almuñécar) y Claviclum (Torrox). En las crónicas de dichos historiadores Maro aparece como Detunda, que debió ser un «castro-factoría» desde donde los romanos protegían sus intereses en este entorno. Su construcción debe datar del siglo I antes de Cristo, levantándose sobre un antiguo asentamiento fenicio o cartaginés, para después, en los albores de la Era Cristiana, transformarse en villa, a la que se denominó Márum (Maro), planta de color blanco muy abundante en aquella época en este paraje.
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Pero cuando Maro toma notoriedad es a partir del 28 de marzo de 1490, tras el primer título que hizo de tierras de este término, concesión de los Reyes Católicos a favor del judío Maymon Leví, cuyas heredades le señalaron los repartidores Juan de Cortinas y Diego de Vargas, en Nerja y Maro.
SEÑORÍO DE MARO. El Señorío de Maro data de comienzos del siglo XVI, y tuvo indudablemente por origen algunas de aquellas mercedes con que los reyes Isabel y Fernando recompensaron el esforzado valor de los capitanes que contribuyeron a la finalización de la Reconquista; pero no se ha podido averiguar con certeza el nombre de la primera persona que ostentó el título de Señor de Maro. Consta, sin embargo, que en 1568 era dueño y señor de esta localidad Gonzalo de Castro, que habiéndose permitido roturar terrenos de los montes públicos concejiles y realengos fue condenado a su restitución, más media fanega de trigo por cada fanega de tierra. Se pronunció esta sentencia, ante el escribano Cosme Damián, el 3 de julio de 1597.
El señorío se consolida en la primera mitad del siglo XVII. En 1640 lo ostentaba don Lucas Navío de la Peña, poeta que mereció ser premiado en el certamen literario celebrado en Granada el 17 de septiembre de 1669, con motivo de la colocación de la imagen de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza.
Consta que el 11 de enero de 1733 don Dionisio Baillo, ministro de corte en la ciudad de Granada, por orden de su Real Chancillería, despojó a don Jacinto Sabila del lugar o Señorío de Maro, y sus tierras e ingenio fueron entregadas en la misma fecha al conde de Morianas (miembro de la célebre cuerda granadina).
En 1768 era dueño del lugar don José Miguel Cañaberal, maestrante de Granada, a quien sucedió, por herencia, su hija Soledad Cañaberal y Osorio.
Más tarde pasaron estas tierras al marqués del Solar, ascendiente de la familia Pérez del Pulgar. Después estas propiedades en su mayor parte pertenecieron al marqués de Tous y conde de Casas Chaves y Cueva del Rey, que mandó construir la fábrica de azúcar de San Joaquín, conocida popularmente como fábrica vieja de Maro, y el acueducto del Águila. Hoy pertenecen a la Sociedad Azucarera Larios, que mantuvo un litigio, ya resuelto y no entro en consideraciones ,con los colonos con motivo del acceso a la propiedad de estos arrendatarios rústicos históricos y otros comunes.perezdelpulgar02.jpg
El primer párroco de Maro fue Francisco Ponce, cuya responsabilidad sacerdotal la ejerció por el año de 1668. La iglesia parroquial de Maro de Nuestra Señora de las Maravillas quedó destruida en un incendio a finales del siglo XVII, siendo erigida de nuevo en el XVIII a expensas de la familia Pérez del Pulgar.
Los primeros datos de estos cultos son de mediados del siglo XVIII, debido al apoyo y mecenazgo de Rosa María de Vera, que impulsó en gran medida el inicio de los desfiles procesionales, ofreciendo el mantenimiento económico de por vida.
En estos comienzos, la procesión, que se realizaba en la tarde del Vienes Santo, se mantuvo, aunque no con regularidad, a lo largo del siglo XIX; en este periodo se añade, en la tarde del Jueves Santo, la celebración de un vía crucis por las calles del núcleo urbano.
En la década de los 30 de este siglo se interrumpen estas manifestaciones religiosas, para recuperarse a mediados de los 40 con la procesión del Santísimo Cristo Crucificado, que con cierta irregularidad temporal se mantiene en la actualidad.
Tras el auge del siglo XVIII adquiere de nuevo relevancia la Semana Santa en las décadas de los sesenta y setenta, por iniciativa del entonces párroco de El Salvador de Nerja, Antonio Ruiz Pérez, y que dona a Maro la imagen de María Santísima de los Dolores por parte de la Hermandad del Nazareno, imagen que ya no se procesiona.
El pórtico de cada año no es otra cosa que las fiestas en honor de San Antón, cuya tradición data de comienzos del siglo XVIII. En la víspera del 17 de enero los vecinos encienden grandes hogueras, llamadas popularmente «lumbres» o «lumbrerás», donde queman todo lo viejo como símbolo de lo negativo del año anterior. También los mayordomos de las fiestas premian la vara más larga que se presente en la víspera.
La festividad de San Antón tiene un significado muy especial, que el pueblo manifiesta en el recorrido de la imagen por sus calles. En cada puerta o fachada de vivienda se quema una rueda o pequeña vista de fuegos artificiales, en prueba de agradecimiento al santo por los beneficios obtenidos en las cosechas del año y por la protección a los animales.
Hasta las primeras décadas de este siglo existía la costumbre de engordar un cerdo durante el año, conocido popularmente como «guarrillo de San Antón», para subastarlo en la víspera y con el dinero obtenido se pagaban los gastos del homenaje y cultos al santo. La subasta se inició
en el siglo XIX, ya que anteriormente se sacrificaba el cerdo y luego se vendían las morcillas, chorizos, jamones, lomos y demás ricos aditamentos con el mismo fin.
Septiembre es un mes singular para el mareño, ya que el día 8 se celebra la festividad de su Patrona, Nuestra Señora de las Maravillas. Esta fiesta parece que surge en el siglo XVII, cuando algún señor de Maro entronizó a la Virgen de las Maravillas como tutelar y Patrona de la localidad.
El desarrollo socioeconómico desde aquel 12 de enero de 1959, día en que se descubrió la Cueva, no ha sido ajeno al segundo núcleo urbano del municipio nerjeño. Hoy cuenta con unos 800 habitantes, tres hoteles y numerosos establecimientos dedicados a la hostelería, aunque su principal base económica es la agricultura.
Información tomada de www.diariosur.es/barrios/nerja.htm